jueves, 13 de agosto de 2020

EL EMPRENDIMIENTO MÁS GRANDE QUE EXISTE

El emprendimiento más grande que existe


Por Carlos Nava Condarco.- 

El emprendimiento más grande que toda persona debe acometer en su vida es el desarrollo de la mejor versión de sí mismo. No existe propósito más trascendente ni afán que pueda pagar mejor. Al amparo de este título se puede construir la historia de vida que se desee, y esta será, en todo caso, extraordinaria.

Es curioso, pero hacer referencia a la “mejor versión” que los seres humanos pueden alcanzar  de sí mismos, no es usual ni se considera un asunto importante. Mucho menos el objetivo principal que las personas debieran tener en sus vidas. Hay quienes consideran que este objetivo es solo un acto de fe o un simbolismo, una manera de ponerle a la gente una zanahoria en la frente y tenerla dominada por causa de su frustración.

Nada de esto es sostenible. Son solo los argumentos de la amargura que gobierna los corazones en el mundo. La lógica de la “mejor versión” de cada persona es un canto a la naturaleza humana y su evidente capacidad.

Que cada quién alcance su “mejor versión” tendría que ser el propósito de vida natural de las personas. El motivo para procesar y justificar las experiencias que emergen de su existencia. El emprendimiento más grande que se planteen. De éste tamaño es el asunto. Y lo es, además, por algo lógico: en tanto los seres humanos alcanzan su mejor estado, mayores son sus logros y más grande su satisfacción.

Todo lo que anhela, desea o pretende una persona de juicio equilibrado, puede alcanzarlo mejor y más rápido en tanto trabaje sus potencialidades. En la medida que su rendimiento se acerque más a la “capacidad instalada” que tiene.

Ahora bien, acá surge un elemento importante: ¿cuál es la “capacidad instalada” de cada persona, cuál es su “mejor versión”? Porque en tanto esto no es abordado, muchos pueden suponer que están operando en la vida de acuerdo a su potencial, o cerca de éste.

La respuesta es simple y conmovedora: no existen límites para el potencial de los seres humanos. No hay restricciones para la edificación de la “mejor versión” de las personas. Es un territorio que no tiene fronteras, un horizonte que nunca se alcanza. Por eso es el emprendimiento más grande que se puede abordar.

Póngase a pensar: ¿cuál es el límite del amor que puede profesar una persona, cuál el tamaño de la generosidad que le es posible demostrar a los demás? O por otra parte, ¿qué tanto conocimiento le es posible acumular, procesar, aplicar?, ¿cuántas experiencias le está permitido aprovechar?

No hay formatos para la “mejor versión” que cada uno puede (y debe) ser de sí mismo. Por lo menos no existen restricciones que se acerquen a la imposibilidad. Los potenciales humanos son infinitos.

¿Qué impide entonces llegar a la grandeza? Sencillo: la “pequeñez” es lo que impide alcanzar la grandeza. Son las personas las que limitan la realización de sus potenciales. Se ven pequeñas, piensan con limitaciones, aspiran con restricciones, desean con moderación, son cautos en sus expectativas y conservadoras respecto a sus ambiciones. Interpretan que el universo que los rodea tiene límites y automáticamente se limitan.

Analícese este ejemplo. Las personas son como un auto deportivo de 5000 caballos de fuerza. Pero si el automóvil solo puede moverse en una cancha de baloncesto, ¿qué capacidad efectiva tiene?

No se equivocará quién responda que el auto tiene capacidad de transitar “con tranquilidad” la cancha que le ha tocado, y tampoco estará errado quién diga que es una máquina que puede devorar carreteras y autopistas a 200 km/h. Ambos están esencialmente en lo correcto, pues abordan un mismo hecho desde diferentes perspectivas.

Lo que sí es una realidad objetiva (en el ejemplo), es que hay un carro deportivo de 5000 caballos de fuerza. El uso que se le dé es otra cosa.

Lo mismo sucede con los potenciales humanos. Si la visión de vida se reduce a las proporciones de una cancha de baloncesto (para continuar con la analogía), el rendimiento se acomodará a ello. Si la visión se proyecta hacia avenidas anchas y despejadas, la “maquina” estará disponible y preparada.

Por esto la construcción de la mejor versión de uno mismo es el emprendimiento más grande que hay, porque la dimensión de lo que se puede ser y alcanzar en la vida depende de la visión y las acciones que cada quién defina para su destino.

Emprender es un verbo, involucra movimiento y acción. El emprendimiento, por otra parte, es un sistema ordenado de acciones que define orientaciones, objetivos y gestión. Ambos elementos están consustanciados con el desarrollo personal.

Cuando alguien se plantea alcanzar su “mejor versión” y hace de éste un emprendimiento personal, vuelca en el trabajo todo el ímpetu y el orden que se aplica para desarrollar una idea, formar un negocio o manejar un proyecto. Define objetivos, tareas, tiempo. Evalúa resultados, procesa contrariedades, pugna con los adversarios que tiene (especialmente los del interior) y vence desafíos.

La “mejor versión” es una cima que debe conquistarse, una montaña que se tiene que escalar. El potencial para vencer el desafío es un regalo que la Providencia entrega desde la cuna, pero el trabajo que demanda el ascenso es una responsabilidad personal.

Ahora bien, el potencial de los seres humanos o su “mejor versión”, no tienen nada que ver con los parámetros de evaluación que los convencionalismos sociales o los preceptos políticos establecen. Esta no es una competencia por billetes, estatus o reconocimiento banal. No tiene nada que ver con la riqueza o la pobreza que reconocen las estadísticas. Y tampoco es un asunto de “oportunidades”.

No tiene mayor oportunidad de alcanzar su “mejor versión” quién nació en cuna de plata en relación al que lo hizo en cuna de cartón. Tampoco el que ha nacido en Chicago comparado al que nació en una aldea de la sabana africana.

La “mejor versión” es absolutamente personal, y los referentes de evaluación son internos. Es una competencia en los dominios de la subjetividad, el mundo que en definitiva condiciona la objetividad que se puede asumir de las cosas. Si Warren Buffett es la mejor versión de sí mismo solo lo sabe él, de igual forma el joven africano que no conoce, ni remotamente, donde queda Chicago.

Probablemente alcanzó su “mejor versión” Alejandro Magno en lo que hizo, pero también la Madre Teresa. Y se dice “probablemente” porque en definitiva solo cada persona puede evaluase en este sentido. Hay logros que pueden considerarse “objetivos”, como en el caso de estas figuras históricas, pero queda por ver si ellos se sintieron más o menos cerca de sus mejores versiones.

Para el emprendimiento más grande que existe “el cielo es el límite”. Y en este caso la alegoría aplica bien, porque efectivamente no hay restricciones para el desarrollo de las cualidades humanas. Alejandro Magno pudo haber cambiado la historia del mundo, pero posiblemente haya pensado que se quedó corto en su versión de padre, de amigo, compañero, pensador, etc. Eso solo lo sabría él. Y lo mismo aplica, en otro contexto, para la Madre Teresa y todos los seres humanos.

Posiblemente es más sabio afirmar que la “mejor versión” en definitiva nunca se alcanza. Y eso es maravilloso, porque le proporciona esperanzas a la especie como nada más puede hacerlo. Siempre se puede amar más, dar más, ser más generoso, alcanzar nuevas metas, acumular más logros.

Por esto el tema aplica bien con la lógica del emprendimiento, porque como cualquiera de ellos convoca la activación de los sueños y el sentido de trascendencia.

Un apunte final. Todos los que establezcan el propósito de trabajar consciente y disciplinadamente en el emprendimiento más grande que existe tienen asegurado cualquier logro menor. No serán ajenas satisfacciones financieras, intelectuales, la felicidad y el sentido amplio de realización. Todo esto es una consecuencia, un agregado, un fruto del árbol mayor. Mejores personas siempre generan mejores resultados.

Fuente: https://www.emprendices.co/el-emprendimiento-mas-grande-que-existe/


sábado, 20 de junio de 2020

Vivimos en la sociedad del cansancio


 
 según el filósofo Byung-Chul Han,
 
“La sociedad del cansancio” es uno de esos libros que debemos leer, sí o sí. Escrito por el filósofo surcoreano afincado en Alemania Byung-Chul Han, presenta una visión alternativa e interesante de la sociedad en que vivimos para ayudarnos a bucear en nuestro interior y descubrir esos lazos apenas perceptibles pero muy fuertes que nos atan, dictan muchas de nuestras decisiones y, al final, determinan nuestra vida.

¿Cómo el exceso de positividad nos esclaviza?

Cada época y sociedad tiene sus propios patrones de pensamiento, que inculca a sus miembros con letra de fuego. No podemos escapar a ellos. A menos que hagamos un ejercicio consciente de análisis y reflexión nos determinarán durante toda la vida porque se han convertido en los márgenes que limitan nuestro pensamiento, fuera del cual ni siquiera concebimos posible la realidad.
Nos ha tocado vivir en la sociedad del “Yes, you can”, una sociedad que afirma que todos podemos llegar hasta donde nos propongamos solo con esforzarnos. Vivimos en una época en la que la Psicología Positiva se ha popularizado y tergiversado, limitándose a una serie de frases motivadoras sin mucha sustancia que transmiten un mensaje claro: “¡Tú puedes!”.
Han indica que “la sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman ya ‘sujetos de obediencia’, sino ‘sujetos de rendimiento’. Estos sujetos son emprendedores de sí mismos”.
Ese cambio, que aparentemente empodera y resulta liberador, en realidad se convierte en un boomerang que no tarda en golpearnos con toda su fuerza porque esconde un gran riesgo psicológico del que no somos conscientes.
La violencia de la sociedad sobre sus miembros no ha desaparecido, sino que se ha camuflado y ahora se basa en la autoexplotación del sujeto: “Ésta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es el mismo explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Esta autoreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa, de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia […] En esta sociedad de la obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados”.
Básicamente, nuestra sociedad sería el perfeccionamiento de las sociedades disciplinarias y controladoras del pasado, pero en realidad no implica más libertad, sino que sigue ejerciendo su poder sobre cada persona a través de la introyección del “deber”. Esa situación nos convierte en esclavos de la superproducción, el superrendimiento (laboral, lúdico y sexual) o la supercomunicación.

El cansancio del “yo”

El ejemplo más emblemático de los problemas que causa esa presión social por el rendimiento es la depresión. Este filósofo piensa que “en realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento, como nuevo mandato de la sociedad del trabajo tardomoderna. 
“El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima […] La depresión se desata en el momento en el que el sujeto de rendimiento ya no puede ‘poder más’ […] El deprimido está cansado del esfuerzo de devenir él mismo”.
El problema es que “no-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión”. Cuando nos damos cuenta de que no podemos lograr todo lo que nos proponemos nos sentimos frustrados, pero no pensamos que la sociedad nos ha engañado sino que nos autoinculpamos, sintiendo que somos incapaces.
No comprendemos que hemos caído en la trampa de la que nos alertaba Zygmunt Bauman: buscar soluciones biográficas a lo que son problemas estructurales y sistémicos de la sociedad. Así se cierra a nuestro alrededor un círculo de insatisfacción que, si no estamos atentos, podríamos arrastrar por toda la vida.

¿Cómo salir de ese círculo vicioso?

Han da una pista en “La sociedad del cansancio”: “La sociedad de rendimiento está convirtiéndose paulatinamente en una sociedad de dopaje […] El exceso de positividad se manifiesta como un exceso de estímulos, informaciones e impulsos”.
Por tanto, una de las claves para salir de ese círculo vicioso es la “inmersión contemplativa”, hacer un alto en nuestra obsesión con la productividad y los logros personales para dejar paso al dolce fare niente, al aburrimiento y a la plena presencia. No se trata de descansar para ser más productivos sino descansar por el simple placer que ello genera. Se trata de reconectar con lo esencial, de aprender a disfrutar más y exigirnos menos. Se trata de no olvidar que “El exceso del aumento de rendimiento provoca el infarto del alma”.
Fuente https://rinconpsicologia.com/la-sociedad-del-cansancio-byung-chul-han/

jueves, 14 de mayo de 2020

Si hay esperanza en el futuro, hay poder en el presente


por Francisco Alcaide Hernandez
Desde hace varias semanas hay un tema central que domina cualquier ámbito de nuestra vida: el Coronavirus. El Covid-19 ha trastocado la vida de la gente, y el país y el resto del mundo están en estado de shock. Desde hace más de una semana estamos en estado de confinamiento, oficialmente hay otra semana por delante, y ayer se anunciaba que se prolonga dos semanas más (ver Todo lo que necesitas saber sobre el Covid-19Guía para mantenerse sano durante el Covid-19 y Algunas buenas noticias sobre el Coronavirus).
Las circunstancias de cada persona son diferentes, pero en cualquier caso, es momento de poner en práctica esa virtud de la que tanto hablamos los que nos dedicamos al desarrollo personal: la resiliencia. Toca seguir remando, toca seguir luchando, porque como decíamos en Instagram: «Ser resiliente no es tener fuerzas para continuar, sino continuar aunque no se tengan fuerzas».

En nuestro libro Tu futuro es HOY (Alienta, 6ª edición), dedicamos el Capítulo 22 precisamente a este tema. Por este motivo me gustaría hacer un resumen ampliado aquí por si te puede servir de ayuda a ti o tu entorno. Dice así:
«La esencia de la grandeza humana radica en la capacidad de optar por
la propia realización personal en circunstancias que otros optan por la locura».
WAYNE W. DYER
La adversidad, antes o después, toca a las puertas de todas las casas. Nadie se libra. Siempre ha sido así, pero hoy día hay un factor que añade más presión a nuestras vidas: las adversidades son más frecuentes. Todo dura menos: en nuestra vida laboral, en el ámbito empresarial, en las relaciones de pareja. Cada inicio –de lo que sea– parece condenado a terminar. Cada vez habrá más mini–crisis. La conclusión de este análisis es que si las adversidades serán más frecuentes, nuestra capacidad para gestionar esas adversidades será más importante. Y en ello tiene mucho que ver la resiliencia, con la capacidad de estirar la frontera del dolor. La personas más resilientes tienen una ventaja competitiva respecto a las menos resilientes.
La palabra resiliencia procede del latín resilere, cuyo significado es rebotar, y se ha utilizado a menudo en el campo de la física para simbolizar la elasticidad de un material, propiedad que le permite absorber energía y deformarse sin romperse, cuando es presionado por otro objeto o fuerza exterior, y seguidamente recobrar su extensión o forma original una vez que cesa dicha presión. Algunos ejemplos de cuerpos con resiliencia son: una cinta elástica, una pelota de goma, un muelle o la caña de bambú que se dobla sin romperse ante el viento para enderezarse de nuevo.
Aplicado al ámbito de las personas, el concepto de resiliencia comenzó a construirse en la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando varios investigadores empezaron a seguir de cerca la vida de personas que desde la infancia se habían enfrentado a circunstancias muy adversas –de pobreza, abandono o violencia, entre otras–, y que sorprendentemente crecían con normalidad, demostrando una gran capacidad de adaptación y resistencia. No sólo habían superado esas circunstancias sino que habían salido fortalecido de ellas.
Esto nos lleva a preguntarnos la siguiente cuestión: ¿Cuáles son los pilares fundamentales que constituyen la argamasa de la resiliencia y cómo podemos desarrollarla?
1. LA IMPORTANCIA DE RELACIONES AFECTIVAS. 
Tener un refugio de afecto sólido al que acudir en momentos de temporal, permite solventar mejor las situaciones difíciles. Lo peor es la soledad. Ir sólo por la vida es tremendamente duro, y aunque nadie puede vivir la propia vida, con alguien al lado todo es más llevadero y fácil de soportar. Cuanto más dura es la vida, más importante es el afecto. Compartir una alegría se transforma en doble alegría; compartir una pena en media pena. «En el fondo –como decía Wilhelm Von Humboldt– son las relaciones las que dan sentido a la vida». Las relaciones son una fuente de recursos cognitivos y también emocionales y energéticos. Cuando hay dudas y tristeza, ahí es donde vamos a recuperar el nivel de energía y confianza necesarias para seguir al pie del cañón. Tenemos que sentirnos afortunados respecto a épocas pasadas, ya que hoy día más que nunca gracias a la tecnología, podemos estar cerca de los que están lejos.
2. LA IMPORTANCIA DE LA ESPERANZA.
Lo peor que le puede pasar a uno es entrar en depresión, la ‘enfermedad de la tristeza’; o dicho en términos coloquiales, la ausencia de futuro, pensar que el mañana será igual que el hoy y el ayer. Y sin futuro no hay presente. El futuro tira de nosotros. Una persona sin ilusiones no vivesobrevive. Está presente de cuerpo pero no en alma. La depresión es un estado de indefensión que conduce a la resignación en el que se pierde el control de la propia vida, o como la catalogase William Styron en La oscuridad invisible, la ‘desesperación más allá de la desesperación’. Por ello, una pieza fundamental de la resiliencia es la esperanza, pero no una esperanza ‘pasiva’ esperando que las cosas cambian por sí solas sino ‘activa’ luchando por salir adelante, sabiendo que las aguas volverán a su cauce. Como decía el escritor Alejandro Dumas: «la esperanza es el mejor médico que conozco». Si hay esperanza en el futuro, hay poder en el presente. No hay que olvidar a nuestro sabio refranero siempre: tras la tempestad, llega la calma; siempre que llueve, escampa; y no hay mal que cien años dure.
3. LA IMPORTANCIA DE TENER UN SENTIDO DE VIDA. 
Los motivos que tenemos para vivir son esenciales como factores protectores durante los infortunios. Es el argumento central de la obra El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl. En aquellas difíciles circunstancias en el campo de concentración de Auschwitz (Polonia) durante la II Guerra Mundial, la gente que no se suicidaba era porque tenía algún motivo para luchar: hijos, matrimonio o proyecto personal. A veces hay que cambiar el enfoque: no te preguntes qué quieres de la vida sino qué quiere la vida de ti. Y el sentido de la vida está muy asociado al servicio. La vocación de servicio ayuda a superar el sufrimiento mucho mejor y a ser más felices. Quizás por eso Harold Kushner, autor de Cuando a la gente buena le pasan cosas malas, escribió: «Nuestras almas no están hambrientas de fama, confort, riqueza o poder. Esas recompensas crean casi tantos problemas como resuelven. Nuestras almas están hambrientas de significado, de saber cómo vivir para que el mundo sea por lo menos un poco distinto tras haber pasado nosotros por él».
4. LA IMPORTANCIA DE VERBALIZAR EL DOLOR. 
Contar nuestros problemas, miedos y fracasos a personas de confianza que saben escuchar reduce la intensidad emocional del dolor. Todos los especialistas lo saben: compartir nuestro dolor supone un gran alivio psicológico. Hablar es muy saludable para soltar lastre. La conversación sana. Cuando uno comparte y es comprendido, se siente mejor. Además, de las conversaciones estimulantes surgen ideas y alternativas que nos pueden ayudar a encontrar salidas a nuestra situación personal. Sobre este tema escribe el doctor Luis Rojas Marcos en su último libro Somos lo que hablamos (Grijalbo, 2019) con subtítulo: el poder terapeútico de hablar y hablarnos.
5. LA IMPORTANCIA DE LA INTERPRETACIÓN DEL SUFRIMIENTO.
El sufrimiento analizado con distancia es algo necesario para la modulación de la personalidad, clave para la madurez emocional (ver entrevista con Enrique Rojas). Omnia in bonum, reza una máxima: todo ocurre para bien. El propio Viktor Frankl, ejemplo de sufrimiento, decía: «Las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo». Y también: «El hombre que no pasado por circunstancias adversas, no se conoce bien». Aunque duela y escueza, cada obstáculo es una oportunidad de crecer. Son muchas las voces que destacan como el dolor en el corto plazo se transforma en un gran crecimiento personal en el medio y largo plazo. No consiste en alegrarnos de lo que ocurre, sino de darle un sentido y sacar partido siempre de todo lo que nos ocurre. Decía Blaise Pascal que «la adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubiesen permanecido ocultos». Albert Espinosa, alguien que ha sufrido mucho desde joven, lo expresa bien en esta entrevista: «La capacidad de sufrimiento del ser humano no tiene límites. Vivir o morir no es tan importante como luchar».
6. PERMÍTETE SENTIR LO QUE SIENTES.
Hace unos días, la psicoterapeuta Anabel González, autora de Lo bueno de tener un mal día, en una entrevista en La Contra decía: «Hay una obsesión por ser felices, pero los malos días siempre van a estar ahí y hay que llevarse bien con ellos». También decía: «Nos sentimos mal por sentirnos mal», ése es el error. Igualmente apuntaba: «Reprimimos las emociones que no sabemos tratar, y no las sabemos tratar porque evitamos exponernos a ellas de manera consciente». La psicóloga Laura Chica en una vídeo-entrevista (minuto 11 y ss.) con ella también insistía (y a menudo insiste mucho) en este aspecto: «Hay que permitirse sentir lo que uno está sintiendo. Nos generamos un sufrimiento extra al no permitir sentir lo que estamos sintiendo porque se supone que no lo tenemos que sentir. La recuperación emocional es un proceso y negar esa primera parte del proceso es negar el proceso. Hay gente que niega esa parte porque no quiere sufrir. Permitirnos vivir lo que sentimos es parte de la vida y nos recuerda que estamos vivos». No lo olvides, la huida alivia, no cura.
7. LA IMPORTANCIA DE UNA AUTOESTIMA SALUDABLE. 
Una autoestima favorable no significa que uno se considere invencible o perfecto sino que siente que cuenta con las capacidades y recursos internos (intorno) para hacer frente a las situaciones adversas del exterior (entorno). Una sana autoestima no significa que no se sufra, sino que uno cree en sí mismo y en su fortaleza para superar ese sufrimiento. Con una autoestima robusta, todo es más llevadero: lo bueno y lo malo. El éxito sin autoestima se convierte en soberbia; el fracaso y el dolor sin autoestima deriva en venganza, ira, rabia y otros derivados. Por eso, hay que trabajarse mucho por dentro para estar más fuerte por fuera. Una frase que me gusta mucho dice: «Si un huevo se rompe desde fuera, la vida se termina; si se rompe desde dentro, la vida comienza. Las grandes cosas siempre comienzan desde el interior». En este apartado te recomiendo el libro Autoestima: nuestra fuerza secreta (Vivir mejor, 2011).
8. LA IMPORTANCIA DE SABER RELATIVIZAR.
En estas circunstancias es esencial ser flexibles y abrazar la incertidumbre y no caer en las quejas, culpas, y lloros infantiles por tener que estar confinados sin salir de casa cuando hay personas que estar perdiendo a sus familiares sin poder despedirse de ellos. Es momento de aprovechar el tiempo para pasar tiempo con nosotros mismos, para adelantar temas, para . . En ello también el humor –lo estamos viendo en estos días con los memes por redes sociales– es un fantástico salvavidas para caminar por la vida y aliviar tensiones. Con humor, todo es más llevadero. Como nos recuerda Jon Pascua (@jpascuaibarrola) en Crónicas de un confinamiento, citando de nuevo a Frankl: «Es sabido que el humor, más que cualquier otra cosa en la existencia humana, proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque sea un instante». Y que «los intentos por desarrollar un sentido del humor y ver la realidad bajo una luz humorística constituyen una especie de truco que aprendemos en el arte de vivir» (Un ejemplo aquí con  y su vídeo-entrevista completa para el canal Aprendemos juntos del BBVA).
5 PASOS PRÁCTICOS PARA LA ACCIÓN
1. La resiliencia se educa, se desarrolla y se aprende, ya que es un conjunto de habilidades que te permitirán sobreponerte cada vez más rápido de las dificultades. Puedes empezar hoy.
2. Busca tu propósito, tu para qué. Tener algo que te mueva en la vida, te hará sobreponerte con mayor facilidad que quien no tiene una razón.
3. Analízate. ¿Cuáles son tus fortalezas, ésas sobre las que te apoyas cuando tienes un problema? Potenciándolas y desarrollándolas, equilibrarás mejor la adversidad.
4. Cuando tengas una dificultad, un obstáculo, una caída, pregúntate para qué ha ocurrido eso. ¿Qué puedes aprender de ello?
5. Crea tu red de apoyo. Cuanto más amplia sea tu red de apoyo percibida (no necesariamente real) más respaldado te puedes sentir, y con mayor fuerza para superar obstáculos y sobreponerte.
Es inevitable, para acabar, citar de nuevo al maestro Viktor Frankl: «Al ser humano se le puede arrebatar todo, menos la última de las libertades humanas, la actitud personal ante un conjunto de circunstancias».
Por último, aprovecho para recomendarte leer algunos de los personajes realmente inspiradores de Aprendiendo de los mejores (Alienta, 19ª edición) y Aprendiendo de los mejores 2 (Alienta, 6ª edición) que son casos de superación personal y que nos ayudan a gestionar mejor la adversidad y los momentos difíciles como lo hicieron ellos. Entre otros: Nick Vujicic, Hellen Keller, Gustavo Zerbino, Nelson Mandela, Gandhi o Elisabeth Kübler-Ross, que toda su vida a la dedicó a acompañar a las personas que iban a morir.
También otro libro Superar la adversidad: el poder de la resiliencia, del psiquiatra Luis Rojas Marcos, Jefe del Sistema de Sanidad Pública de Nueva York (también durante los atentados del 11-S de 2001) y al que pude entrevistar hace algún tiempo (lee entrevista) y quien me decía: «Lo que más me ha sorprendido del ser humano después de tantos años es la capacidad de superar la adversidad».
Para acabar, ayer mismo Eva Collado Durán (@evacolladoduran) publicaba el post La templanza: la mejor aliada de tu marca personal en estos momentos, donde nos habla de cómo abordar lo que estamos viviendo, teniendo muy presente una de las cuatro virtudes cardinales como la templanza.
Un abrazo, cuídate. Mucho ánimo.